DOMINGO SIETE

lunes, 8 de agosto de 2011


AEMC.  Ascensión E. Morales Cetina

Hace muchos años cuando Sayaxché era aldea de Libertad, habían dos jorobados que se ganaban la vida como mensajeros de Sayaxché, La Libertad, y hasta San Benito en ocasiones, recorrido que hacían a caballo, durmiendo a veces en la Libertad, en otras ocasiones en el Subin, en casa de Don Vicente Prado, pues un día que uno de los jorobados que se llamó Ambrociano, cariñosamente le decían Anito, salió del subin como a esto de las dos de la tarde a pie, pues su caballo se le había quebrado una pata, entrándole la noche por el cerro del tigre, y se dispuso a pasar la noche en ese lugar pues era verano.  Se acomodó en el tronco de un árbol de amate, como este árbol tiene muchas raíces en medio de ellas ofrecía un buen lugar para dormir, protegido de los animales.  Cual fue su sorpresa, que a esto de las doce de la noche, escucho un cantar que lo despertó de su dulce sueño, con miedo levantó la cabeza desde su escondite en las raíces de aquel gigantesco árbol y cual fue su sorpresa al ver a un grupo de brujos que cantaban una canción bien rara.  Todos vestidos de negro, lunes y martes, miércoles tres, lunes y martes miércoles tres, era ese todo su cantar.  Ambrociano era un joven muy acomedido y no titubeo, la semana tiene tres días mas y se los diré, y grito: jueves y viernes sábado seis, se hizo un largo silencio, y después los gritos de alegría de los brujos interrumpieron dando sendos saltos y se abrazaban llenos de regocijo, nuevamente un silencio reinó.  Y comenzaron a buscar aquel sujeto que temblando de miedo, trataba de esconderse en las raíces de aquel amate cuando lo encontraron, lo tomaron por las manos y la alzaron tirándolo hacia arriba varias veces, cuando lo bajaron se dieron cuenta que tenía un defecto muy notable, una joroba en la espalda, desde su nacimiento.

En agradecimiento por haberles enseñado los otros tres días de la semana, decidieron quitarle aquella joroba y colgarla en las ramas de aquel árbol, luego se marcharon contentos cantando aquella rara canción, lunes y martes miércoles tres, jueves y viernes sábado seis.

Bostezando con la boca bien abierta a la mañana siguiente Ambrociano se sintió bien liviano pues no tenía la maleta que desde pequeño por error des destino llevara en la espalda.  Llegó a Sayaxché silbando de contento y saludando como era de costumbre a todas las personas que encontraba a su paso, quienes sorprendidos por verlo sin la joroba le hacían preguntas a las que contestaba alegremente, contándoles lo ocurrido la noche anterior, como el lugar era pequeño no tardó Eustavio, el otro jorobado, que le decían cariñosamente tavito en saberlo, y corrió a ver a su compañero para que le contara la historia y verificar si en efecto ya no tenía puesta en la espalda la joroba, Ambrociano se sentó y le contó paso a paso lo que le ocurrió aquella noche, Eustavio quien era demasiado envidioso, no espero mas, salió corriendo esperar a que llegaran los brujos para que repitieran con él la hazaña anterior, sintió largas las horas esa noche hasta que llegó la hora en que se presentaron los brujos cantando aquella canción.

“Lunes y martes miércoles tres, jueves y viernes sábado seis”, domingo siete grito el jorobado, saliendo de su escondite y quedando en medio de los brujos que realizaban aquel, se hizo un silencio, para luego escuchar la reacción de los brujos, enojados comenzaron a golpear aquel intruso que sorprendido no daba crédito a lo que le ocurría, mientras que los brujos lo dejaban tirado en el suelo, Tavito se quitaba la camisa dejando al descubierto la joroba que tenía en la espalda, se hizo otro silencio, pero esta vez los brujos lo estaban mirando la joroba que le habían quitado a Ambrociano y no titubearon, la bajaron e inmediatamente se la colocaron en el pecho a Tavito, quien resignado por la ambición y la envidia, aceptaba aquel castigo que le dieran aquellos brujos, quienes se retiraron maldiciendo aquel intruso que les perturbo su canción y aquel ritual.

A la mañana siguiente avergonzado por lo ocurrido llegó a Sayaxché y grande fue su sorpresa de la gente al ver al jorobado quien tenía entre pecho y estomago aquella maleta, mientras que dos viejecitas decían; por envidioso salió con su domingo siete.

Dicho que quedó por siempre, pues, desde entonces cuando miraban a una muchacha embarazada decían ¡balla, salió con su domingo siete! Dicho popular que se escucha hasta nuestros días.


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